viernes, 21 de octubre de 2011

Érase una vez, en Bagdad, un criado que servía a un rico mercader. Un día, muy de mañana, el criado se dirigió al mercado para hacer la compra. Pero esa mañana no fue como todas las demás, porque esa mañana vio allí a la Muerte y porque la Muerte le hizo un gesto.



Aterrado, el criado volvió a casa del mercader.



-Amo -le dijo-, déjame el caballo más veloz de la casa. Esta noche quiero estar muy lejos de Bagdad. Esta noche quiero estar en la remota ciudad de Ispahán.



-Pero ¿por qué quieres huir?



-Porque he visto a la Muerte en el mercado y me ha hecho un gesto de amenaza.



El mercader se compadeció de él y le dejó el caballo, y el criado partió con la esperanza de estar por la noche en Ispahán.



Por la tarde, el propio mercader fue al mercado y, como le había sucedido antes al criado, también él vio a la Muerte.



-Muerte -le dijo acercándose a ella-, ¿por qué le has hecho un gesto de amenaza a mi criado?...”



La muerte sonrió,  abrió su mano y le mostró  una pequeña esfera. En su interior había un mensaje , un desafortunado  futuro de pobreza, enfermedad y al final, la  muerte. El mercader aterrado corrió a su casa y se escondió. Abandonó sus deberes como mercader,  su casa y hasta a él mismo.  Perdió su riqueza,  se puso enfermo y por último murió. El antiguo  sirviente volvió y al encontrar a su antiguo amo muerto,  decidió ocupar su lugar.  Cuidó de la casa y ocupo su puesto en el mercado, obteniendo aquella vida que su antiguo amo tenía.






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